05/04/21 - La filósofa política Hannah Arendt escribió que, en estos tiempos, los humanos vivimos entre el pasado y un futuro incierto, por lo que debemos aprender a pensar de manera diferente, sin recurrir a los modos de pensamiento más tradicionales. Tomoko Yoneda (Japón, 1965), influenciada por este concepto, nos pide, que miremos con más profundidad sus imágenes fotográficas, ya que éstas son capaces de sugerir un futuro diferente. 

Con estas palabras de Paul Wombell nos recibe la exhibición Tomoko Yoneda en la Fundación Mapfre, en Madrid, una muestra que es casi una retrospectiva del trabajo de esta artista, focalizado en el ámbito geográfico, desde Europa hasta Asia.  

Ventana de estilo occidental, de Tomoko Yoneda (1995)

Aula 1, de Tomoko Yoneda (2004)

La primera foto corresponde a una imagen tomada luego del terremoto del 17 de enero de 1995 en la ciudad de Köbe, en Japón, lugar de residencia de la familia de Tomoko. La fotógrafa no se encontraba en la ciudad al momento del hecho pero viaja tres meses después y es allí cuando hace la toma de la ventana en blanco y negro: una imagen residual de lo que fue una tragedia natural incontrolable.  La segunda es del año 2004, cuando, con la ciudad ya reconstruida, decide hacer una foto color de un aula que sirvió de tanatorio temporal luego del sismo. 

Shenyang, China

Una foto de paisaje natural o urbano puede resultar, a primera vista, intrascendente pero si leemos la cartela, todo cambia. La fotógrafa logra imprimir tensión entre lo que retrata y lo que sucedió en estos lugares. Por ejemplo, una vista del campo minado de Paju, en Corea del Sur, hoy atracción turística, o una simple vía de tren que fue testigo de un ataque con bomba simulado del ejército japonés para justificar su invasión a Manchuria.

Pero no todo lo exhibido es sobre un desastre natural o una guerra. Uno de los núcleos curatoriales de la muestra tiene como título Entre lo visible y lo invisible, donde se nos invita a mirar a través de los anteojos  de figuras destacadas del siglo XX. Lo que se intenta es acercarnos a una frase de un libro o de una carta que todavía causan impacto en nuestros días. Las tomas nos ubican en el lugar exacto donde estaría la figura histórica, lo cual nos ayuda a imaginar lo que podrían estar pensando en ese preciso momento. 

Por último elegimos dos fotos del mundo natural, como para predecir un futuro acompañados por éste. La primera muestra los efímeros cristales de hielo que se forman a bajas temperaturas y que se deforman y desaparecen ni bien aumentan los grados centígrados. Es una combinación perfecta entre la estética fotográfica bauhausiana, que raya en lo abstracto, con la sensibilidad japonesa, en donde al mirar un momento fugaz del mundo físico, se puede revelar algo más profundo sobre la naturaleza de la existencia. En la segunda solo se observan unos crisantemos que parecen medusas flotando en el oceáno.

Crisantemos, de Tomoko Yoneda (2011)

La muestra es extensísima: ocupa casi tres pisos de la fundación. La curaduría es excelente: cada foto lleva su explicación como para no perder detalle de lo que estamos viendo. Lamentablemente, como ocurre en casi todas las exposiciones en las que se exhiben obras con un vidrio delante, es imposible evitar la interferencia del reflejo provocado por el cristal (las luces en el montaje parece que no se estudian nunca en profundidad).

21/09/20 - La fotógrafa norteamericana vuelve a encantarnos.  Esta vez, de la exhibición "Vivian Maier: The Color Work", en FOLA, elegimos sus autorretratos.

Ya vimos en esta misma muestra, y en varias otras, sus tomas sobre la arquitectura de Chicago y de New York, como también de las personas que habitaban esas ciudades, focalizándose en los indigentes y en los adultos mayores. Hoy nos dedicamos a dos de sus selfies. En ambas nuevamente admiramos la calidad en la composición y ese sentido del humor tan particular.

En el primero de los retratos, en el que aparece la imagen de un perro, adivinamos su presencia por la silueta de la sombra proyectada sobre la vereda y la pared. Quizás no era su intención dejar visible justamente su sombra, pero al acercarse para fotografiar al animal su figura la debe haber sorprendido y decidió incluirla. Según Anne Morin, quien está estudiando desde 2010 el archivo de la Colección Maloof con 150.000 negativos de Maier, estima que los autorretratos y las sombras representarían más de la cuarta parte del total de las fotografías. 

Self-portrait, de Vivian Maier, 

Chicago / Foto Color

En la segunda “selfie” exhibida, Vivian aparece en el reflejo de una superficie pulida con un efecto de luces a su alrededor, digno de Instagram. La inventiva de esta foto, que habrá surgido espontáneamente, nos permite conocer las situaciones que la rodeaban y que ella utilizaba a su medida. Estas tomas tan hábiles nos sirven para espiar su vida y el lugar que habitaba.

Self-portrait, de Vivian Maier

Chicago, Agosto 1976, foto color

Se exhibe, además, una foto de 1956, titulada Self-Portrait (autorretrato), en la que la vemos posando, ligeramente de perfil, con las manos en la espalda. Aunque no sabemos quien la tomó, es la imagen perfecta para conocer de cerca cómo lucía Vivian Maier (1926 -2009), esta mujer que pasó su vida entera en el anonimato, cuidando su privacidad hasta que en 2007 sus archivos fueron encontrados accidentalmente en un depósito. Desde hacía tiempo no se pagaba el alquiler de ese espacio y tuvo que ir a remate todo el contenido. Es allí cuando el extenso archivo es rescatado del olvido y le da la oportunidad a Maier de cambiar póstumamente la historia de su vida. 

Self-portrait, de Vivian Maier (1956)

Foto Color

Sitting on the Wall, de Weng Feijun (Weng Fen)

Fotografía color

23/07/20 - Weng Peijun, conocido como Weng Fen, es un  artista  que nació en Hainan, China, en 1961. Desde fines de los 90, su obra fotográfica se centra en la urbanización y en el retrato de las grandes ciudades desde lejos, especialmente detrás de un paisaje llano limitado por un cerco. Así busca ejemplificar la paradoja de la destrucción/construcción llevada a cabo por el hombre, sacrificando una zona natural (verde) para dar lugar a rascacielos. Estas moles de acero y cemento representan el hogar de  nuevos habitantes, aquellos que migran desde otras ciudades  para  instalarse en los recientes centros industriales de  la actual China capitalista. 

Wen Fen antepone siempre una figura humana, tal como Caspar David Friedrich (1774-1840), que retrataba a su pequeño hombrecito frente a la inmensidad del mar o la montaña experimentando lo sublime de la naturaleza. En el caso de nuestro fotógrafo chino, una adolescente gira su cabeza, evitando la mirada del espectador, mientras está sentada sobre la pared o el muro para observar los rascacielos. La joven parece tomarse un tiempo para admirar desde lejos el paisaje de la ciudad y entender de esta manera su propia fragilidad frente a este crecimiento desmesurado del país en donde habita. 

La obra de Weng Fen es reconocida en el mercado de arte occidental por esta significativa  representación del nuevo desarrollo urbanístico en el país asiático. Cada una de sus fotos puede alcanzar varias cifras en las subastas y forma parte, actualmente,  de colecciones privadas, habiendo sido exhibida en numerosos museos norteamericanos. 

Sin embargo, la figura que aparece en primer plano es siempre una adolescente de la escuela secundaria, que se define por la vestimenta de la joven y por los libros abandonados en el suelo, delante del paredón. Para nosotros es una clara representación de la inocencia frente a la megaconstrucción. Pero, para otros,  la imagen resulta pornográfica por la explícita compulsión que se traduce en la pose, las manos, la desviación del rostro y oportunismo del momento. 

Weng Fen fue prohibido en China. 

Sitting on the Wall, de Weng Feijun (Weng Fen)

Sitting on the Wall - Shenzhen (1), de Weng Fen (2002)

Medidas: 58 x 74 cm,  2/10