La recién renovada National Portrait Gallery (NPG) abrió sus puertas al público hace muy pocos días y, como corresponde a los peregrinos del arte, la visita resulta obligada. Luego de 3 años de renovación y 41 millones de libras, encontramos al museo con su vasta colección distribuida elegantemente, aunque en algunas salas las luces sigan reflejándose en las fotos enmarcadas. Una mención aparte merece la puerta de entrada, en la que la artista Tracey Emin cinceló, sobre los paneles de bronce, el rostro de 45 mujeres destacadas.
Visitar la colección permanente es gratis y aunque la concurrencia sea abrumadora, recorrer las salas donde se exhiben los retratos de la familia real sigue siendo la atracción dominante y obligatoria. Nada mejor que empezar con la Princesa Diana, quien refrescó la imagen de la monarquía con su enorme popularidad. El retrato anterior fue comisionado para recordar el anuncio de su compromiso con el entonces Príncipe de Gales. Se la muestra en el Yellow Drawing Room del Palacio de Buckingham y el punto de atención son sus pantalones (la prenda se define como un avance o un cambio radical en los retratos reales).
Los retratos de la familia real reflejan momentos particulares de la historia de Inglaterra, como por ejemplo el reencuentro de todos tras la Segunda Guerra Mundial y con un mundo ya en paz, o justo antes de la Gran Guerra (Primera Guerra Mundial), con el rey de traje militar, o la entrega de una Biblia a un hombre, aparentemente de África, exorcizado por la presencia de la Reina y su acción.
Dejamos para el final uno de últimos retratos que se le tomó a la pareja real de Isabel y Felipe. El fotógrafo Thomas Struth logró una representación auténtica, que revela franqueza, en la que dos ancianos se muestran en su hogar, a pesar del boato y el lujo que los rodea.
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