Maurizio Cattelan (Italia, 1960) y Damien Hirst (UK, 1964) comparten la primera sala que visitamos. Estas dos figuras icónicas del mundo del arte se caracterizan por ser provocativos, creativos, sagaces y lúdicos a la vez. Cattelan se apropia de la obra Isolation Unit, de Joseph Beuys (1971) y hace una referencia a la misma de manera burlona, declarando que no tiene ideas que revolucionen el arte y que él mismo no es un artista. Mientras que Hirst recupera una vitrina antigua y la completa con objetos quirúrgicos de otros tiempos, emulando lo que se veía en los museos en siglos pasados.

 

 

 

 

 

Robert Longo tuvo un sueño en el que un hombre quedaba atrapado en el hielo. Dicho sueño dio origen a un tríptico de individuos vestidos con ropa informal, que vivían en la ciudad de New York y se encontraban atrapados o quizás deglutidos o paralizados por el vértigo de la ciudad, particularmente en la década de 1980. 

Paloma Varga Weisz produjo Waldfrau mientras estaba en una residencia de artistas en el norte de Alemania. Su influencia para esta obra fue la gente que habitaba en Worpswede, una ciudad que se caracteriza por haber sido hogar de artistas de principios del XX.

 

 

 

Desde Takashi Murakami hasta Yoshimoto Nara (Japón, 1959) pasando por Martha Jungwirth (Austria, 1940), el museo brinda un recorrido internacional con obras emblemáticas. Los perros de la niñez de Nara como la representación abstracta del episodio bíblico de Judith y Holofernes de Jungwirth,  nos llevan de norte a sur y de este a oeste del planeta. 

Las pinturas y las instalaciones que se recorren en una veintena de salas, con un montaje impecable, son un regalo para los amantes del arte contemporáneo.