Bienal de Venecia - Parte I

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Luego de tres años Giardini y Arsenale volvieron a abrir sus puertas para recibir a miles de visitantes ansiosos por ver qué está pasando en el mundo del arte. Y vaya sorpresa cuando nos encontramos con una curadora que propuso un cambio tal que el noventa por ciento de las obras son trabajos de mujeres. Con  esta femineidad casi exclusiva llama la atención la ausencia de obras con componente electrónico. Las artistas tejen, hacen flores, recolectan especímenes y pintan, lo que da como resultado una bienal que no es participativa en la activación, ni multisensorial con componente virtual, sino que es contemplativa (aunque la palabra haya caído en desuso). En toda la exhibición, pero especialmente en Giardini, sobrevuela una intensidad amorosa extrema de máxima sensibilidad y si la denuncia existe, está atenuada por el color o la factura perfecta. 

Cecilia Alemani basó su curaduría en el libro The Milk of Dreams de Leonora Carrington, donde la autora relata historias infantiles en tono surrealista, casi siempre con un final esperanzador. Para componer dicha curaduría, Alemani eligió más de mil trabajos de artistas de todo el planeta, la mayoría, entonces, con tono surrealista. La muestra en Giardini se inicia con Katharina Fritsch (Alemania, 1956) y su elefante, réplica de un modelo vivo pero en color verde y, como no podía faltar en los tiempos que corren, rodea la sala con espejos porque las selfies se imponen. 

 

Elephant, de Katharina Fritsch (1987)

 

A continuación una instalación de la galardonada artivista Cecilia Vicuña (León de Oro a la trayectoria) y, frente a ésta, tres monumentales esculturas en fibra de Mrinalini Mukherjee (India, 1949-2015). Estos tótems en colores tierra pivotean entre la abstracción y la figuración y por su  posición erguida lucen como deidades.

 

Rudra, de Mrinalini Mukherjee (1982)
Fibra de cáñamo

 

La bienal cuenta con varias “cápsulas del tiempo” conformadas por artistas del siglo  XX  que adherían fundamentalmente al movimiento surrealista, como Ovartaci. Esta creadora que nació con sexo masculino, pero que  se percibía mujer,  pudo cambiar de sexo gracias a una cirugía en su adultez. Su vida  fue sumamente difícil, pasando por centro psiquiátricos y con desprecio familiar, lo que provocó en ella la creación de figuras amorfas, entidades entre animal y humano y que en una de las pinturas aparecen formado un círculo, como si adhirieran a algún rito pagano. 

 


Ovartaci
Bienal de Venecia 2022

 

En este acotado grupo que elegimos  en representación de Giardini sumamos a Hannah Levy (New York, USA 1991), una artista que ya conocíamos de otras presentaciones, como la feria Frieze de Londres. Sus objetos provocan repulsión y admiración al mismo tiempo, ya que parecen animales muertos con la piel disecada: una ambivalencia de fascinante surrealismo. En esta bienal exhibe cuatro trabajos, uno de ellos simula las delgadas patas de alguna ave desconocida, otro parece representar una tienda para acampar  y un tercero sugiere una transición entre un animal con patas largas y espolones hacia un objeto contenedor. 

 

Sin título, de Hannah Levy
Materiales: silicona y acero


Sin duda los ejemplos anteriores demuestran la intención de Alemani: mostrarnos la transformación o la metamorfosis de los cuerpos y su relación con otros individuos pero, por sobre todo, con el planeta y la naturaleza. Todo el corpus curatorial gira entre la solidaridad, la simbiosis y la hermandad, representado por artistas que reinventaron la categoría del ser  humano.

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