Museo del Prado, Madrid.

02/06/20 - Este presente incómodo, que ha silenciado el ritual social de peregrinación por los espacios del arte, obliga a los museos a renovar sus futuras presentaciones para adaptarse a la nueva realidad.  

Uno de los puntos a considerar es el traslado de las obras desde otros museos o colecciones privadas para las exhibiciones, ya que puede activar la contaminación. Una solución rápida y segura podría ser prestar atención al acervo local. El arte contemporáneo suele dejar de lado aquello que los museos guardan y que hace tiempo no se revisa y expone. Quizás sea éste el momento de pensar curadurías nuevas con las piezas no exhibidas.

Por otro lado, la ausencia (momentánea) de público extranjero permite corregir los errores que vayan surgiendo en los protocolos de circulación de visitantes que, por lo pronto, serán sólo locales. Si antes debíamos mantener distancia con lo expuesto (salvo en pocos casos, donde la participación del espectador es imprescindible para completar la obra), hoy la distancia es necesaria entre los que circulamos. Seguramente las visitas guiadas para grandes grupos dejarán de existir, afectando este ritual secular en el que las explicaciones amplían la experiencia.

El tercer punto a considerar es el aspecto sanador del arte, la necesidad de la experiencia aurática que, a pesar de los esfuerzos de todas las instituciones por activar sus plataformas virtuales, se extraña. La vivencia presencial es siempre mejor. El recurso virtual del museo es necesario para el aprendizaje o para la consulta previa a la visita pero no reemplaza el estar frente a la obra. 

Ninguna teoría contemporánea podía prever una pandemia: lo dado por cierto se volvió obsoleto y ninguna institución tiene en claro su horizonte. 

MET, New York.