Las Anunciaciones de Fra Angélico... (Parte II)
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19/03/20 - El misterio de la Anunciación, llevado a la pintura, debe haber presentado todo un desafío y una contradicción para Fra Angelico. Un desafío porque la representación de un “acontecer” resulta incómoda a los fines de la pintura y una contradicción porque, según las sagradas escrituras, el cruce entre el Ángel y la Virgen es mental y no físico. Horacio Bollini en “Fra Angélico y el silencio” explica esta situación y el reto al que se somete el monje al hacer visible el Verbo en carne para que los fieles lo contemplen.
La Anunciación, de Fra Angélico (1426)
Técnica: temple sobre tabla / Medidas: 162 x 191 cm
Museo del Prado, Madrid
En ambas pinturas sobrevuela el Espíritu Santo en un rayo luminoso que llega hasta María, dejando en claro que el Ángel es sólo un mediador o un enviado por Dios y que no hubo una conversación. Por eso mismo los personajes tienen los labios sellados, a pesar de que en la pintura de Cortona se dibuja un diálogo en letras de oro.
La Anunciación, de Fra Angelico (1430)
Técnica: pintura al temple en madera / Medidas: 175 x180 cm
Museo Diocesano de Cortona, Italia
Con respecto a las figuras, se divisa sobre la izquierda, una evocación de Adán y Eva en el jardín del Edén. Aquí aparece una nueva contradicción, en la misma obra el Ángel trae la redención y, al mismo tiempo, la expulsión. Sobre la derecha, María viste un manto azul, evocando, según la iconografía, a lo humano de su ser terrenal, mientras que su vestido rojo se asocia a la divinidad (prueba de la doble naturaleza de su misión), pero también al útero indispensable para la encarnación.
El idílico jardín (Edén) es semejante en ambos cuadros: el ciprés, la palmera y las flores. No es un espacio soporte, sino un espacio metafísico, demostrando que la mente del monje se encontraba retenida en la raíz teológica.
La luz no es de carácter óptico, sino que refleja el origen celeste de la misma, difundida en el aire. Pinta como si fuera un vitral, en los colores refulgentes que le brinda el uso del lapislázuli y la azulita. No escatima en el oro para los dorados y la malaquita para el verde. En todos los colores usa pigmentos puros, no los “ensucia” con otros y no dibuja sombras.
Las escenas son íntimas, como en un claustro, el lugar habitual de nuestro monje, con arcos continuos y arquitectura sencilla. Por eso mismo se avista el uso de una geometría rígida pero de perspectiva flexible: Fra Angélico une al pintor del Renacimiento con el monje del Gótico tardío.
Finalmente, tal como lo definió Theodor Ludwig Wiesengrund Adorno (filósofo alemán de origen judío ), la obra de Fra Angélico se manifiesta como dueña de lo “no existente”.
Para seguir leyendo... 'Fra Angélico y el silencio" de Horacio Bollini, CABA, Editorial Las Cuarenta, 2016.
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