Dulce o truco... Brujas y fantasmas en el arte.

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El arte, desde siempre, ha sido herramienta para el autoconocimiento del hombre. Nos hace vivir la experiencia de lo bueno-bello-conforme-eufórico pero también de su opuesto monstruoso: lo malo-feo-disforme-disfórico. La experiencia de lo monstruoso se define por la aparición, en un primer momento, del temor, el horror y la angustia. Es la precaria postura ante el estar ahí de la cosa siniestra que nos desborda.
La conducta del ser humano, hasta aproximadamente el siglo XIX, estuvo influída por rígidas leyes religiosas, que articulaban la representación del orden del mundo. Si se trasgredía el límite, se desobedecía ese orden cósmico y de ello devenía la soberbia, la osadía y la locura. Es por esto que todo lo siniestro debía permanecer oculto. Y como lo siniestro desazona, el hombre reacciona perplejo ante una experiencia que lo arroja a la interrogación y que le exige otra disposición comprensiva. Es decir, lo siniestro se instala al borde de lo real y demanda otro ejercicio de racionalidad.
El arte que tematiza lo extremo, en tanto contornea un más allá del límite, nos convoca a un ejercicio creador a partir de la desmesura.
Onoe Matsusuke como el fantasma de su esposa asesinada, 
de Utagawa Toyokuni I (1812) - Japón
La presencia de un fantasma encarna eso otro. Aquello oculto que también desborda en un más allá.
En la obra que sigue, la experiencia de lo extremo vuelve a los soldados perplejos: entran en un desorden en donde se destaca la ambigüedad y la incertidumbre. El estado de perplejidad les exige un retorno rápido a la normalidad. La postergación de ese retorno deviene en locura. El fantasma aparece difuminado en la obra, es ese algo otro que aún estando allí no debería mostrarse.
El fantasma del rey aparece frente a los soldados, de la obra de Shakerspeare (Hamlet) - Anónimo (Francia, siglo XIX)
Lo siniestro nos enfrenta al misterio, es una lucha entre lo sagrado y lo profano. Por ello, lo siniestro, es lo opuesto a la comodidad de lo bello y armonioso. Es lo que horroriza a la comprensión humana.
Witches' Sabbath, de Jacques de Gheyn II  (Países Bajos, 1565–1629 )
Técnica: lápiz y tinta sobre papel / Medidas: 23.5 x 36.7 cm
Metropolitan Museum of Art - New York
La oscuridad obligaba a creer que allí existía una vida acechante y peligrosa de la que cabía protegerse, algo así como  un “ser fantástico” que causaba espanto.
Que viene el Coco (Serie "Caprichos"), de Francisco José
de Goya y Lucientes (1918)
Técnica: aguafuerte sobre papel / Medidas: 36.1 x 26 cm - MNBA
El individuo, hoy en día, ya no necesita la seguridad que la idea de Dios otorgaba: aprendió a vivir con la conciencia de un saber fundado, con certezas absolutas. Acepta la condición débil de su ser y de su existencia y comprendió que una de sus características propias es la finitud.

Para seguir leyendo... "Estéticas de lo extremo" de Elena Oliveras y otros. Emecé Arte,  BsAs,  2013.

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