El sonido de la pintura…
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Se acerca el día de la música (el 22 de noviembre), lo cual
nos brinda una buena oportunidad para repasar aquellas obras en las que la
sonoridad se hace visible…
Woman Playing the Viola de Gamba, de Gabriel Metsu (1663)
Técnica: óleo sobre tabla / Medidas: 44 x 36cm
Un descanso en la práctica del instrumento musical parece
haber alegrado a la mascota. Sin embargo, ante el silencio del instrumento, la
sonoridad de la seda del vestido se hace presente.
Fantasía sobre Fausto, de Mariano Fortuny (1866)
Técnica: óleo sobre tabla / Medidas: 40 x 69 cm
Velada musical en donde el compositor Juan Bautista Pujol
(1835-1898), sentado al piano, interpreta su obra Fausto. El pianista está
concentrado en la interpretación, rodeado de varias partituras. Tras el piano
surgen apariciones fantasmagóricas. Otros dos personajes escuchan absortos la
música que llena la estancia. La sonoridad ocupa toda la obra.
La Consagración de la primavera, de Guillermo Kuitca (1983)
Técnica: acrílico sobre tela / Medidas: 150 x 140 cm
MNBA
Las pequeñas figuras que componen la orquesta, a la derecha
de la obra, fueron pintadas casi con ingenuidad por el artista, tocan sus
instrumentos como con el último aliento.
Hundidas en el terreno pictórico, parece que no emitieran sonido.
Nocturno, de Jorge Macchi (2000)
Nocturno, de Jorge Macchi (2000) - Detalle
Técnica: Papel y clavos sobre pared / Medidas: 30 x 40 x 3
cm.
Como ocurre habitualmente, toda obra cercana a nuestros días
nos obliga a buscar el contexto para entenderla y disfrutarla. Ese es el
desafío del Arte Contemporáneo. La obra de Jorge Macchi (Buenos Aires, 1963)
consiste en una hoja pentagramada (que es la imagen escrita de la música) pero,
en lugar de notas musicales, hay clavos. Estos clavos se colocaron siguiendo la
partitura de la obra Nocturno, del compositor francés y precursor del minimalismo
Erik Satié.
La música de Satié tiene una suavidad y un romanticismo tal
que el pianista casi no apoya los dedos sobre el teclado. Contrariamente,
Macchi, al colocar los clavos, imprime sobre el pentagrama una fuerza casi
brutal. Es una manera de referirse a la emoción a través de la ironía. Se trata
finalmente de una humorada. Pero también
hay algo de comparación y realidad: la obra se ejecuta con un piano y este
instrumento de percusión está formado por martillos (una buena excusa del
artista para golpear los clavos sobre el pentagrama).
Para seguir leyendo… "La metáfora en el arte. Retórica
y filosofía de la imagen," de Elena Oliveras, Emecé Arte, 2009.
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