Pietá: dolor post crucifixión...

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En estos momentos en que las creencias son desafiadas, tener fe y practicar la religión se hace difícil. Es por eso que a veces la naturaleza de la escultura puede ser un puente entre algo que está allí, algo tridimensional y una ventana abierta hacia otro mundo en donde espíritu y carne se unen.
Pietá, de Miguel Angel Buonarotti (1498/99)
Materiales: mármol / Medidas: 1,74 x 1,95 m
Basílica de San Pedro, Ciudad del Vaticano.

En el siglo XV, Miguel Angel esculpe, a pedido de la Iglesia, esta obra que logra conmover a cualquier espectador. Una Virgen María, joven como una niña, sujeta, con apenas los dedos de su mano derecha, el cuerpo inerte de su hijo Jesucristo, minutos después de su desprendimiento de la cruz. Si bien se supone que es el momento de mayor dolor para una madre, el rostro armónico de María refleja paz. Ya en la vejez, Miguel Angel tallará la Pietá Rondanini, sin poder terminarla, pero dejando de lado la composición triangular, para presentar a una Virgen María menos serena, que se recorta del mármol, y que apenas cuenta con fuerzas para sostener el cuerpo de su hijo...
Pietá Rondanini, de Miguel Angel Buonarotti (1564)
Materiales: Mármol / Medidas: 195 cm
Castello Sforzesco, Milán.
El primer duelo, de William Adolphe Bouguereau (1888)
Técnica: óleo sobre tela / Medidas: 203 x 250 cm
MNBA - Donada por Francisco Uriburu en 1939.
En el siglo XIX, y seguramente inspirado en Miguel Angel, Bouguereau realiza una obra en la que Adán y Eva lloran la muerte de su hijo Abel. La demostración del dolor está detenida en el tiempo. En el centro de la escena, Eva se refugia en el pecho de su marido, ocultando su rostro de madre doliente. El cuerpo inerte del hijo, pudorosamente cubierto, yace sobre las rodillas de su padre. Es una escena reveladora del dolor, pero cauta. Los diarios de la época escribieron que, para el espectador, era imposible evitar un movimiento nervioso de contracción frente a la obra.
Souvenir pietá, de Fabio Viale.
Ya en el siglo XXI, Miguel Angel sigue inspirando a los artistas. En esta obra, el escultor italiano Fabio Viale vuelve sobre la imagen del Cristo que yace, pero esta vez sin la Virgen María. El cuerpo suspendido antinaturalmente parece que estuviera pidiendo al espectador una ayuda para no caer. El dolor sigue presente y toda la comunidad cristiana se conmueve ante la figura del hombre que murió para salvarlos.

Para seguir leyendo... Baldasarre, M., Los dueños del arte. Coleccionismo y consumo cultural en Buenos Aires, 2006, Buenos Aires, Edhasa.

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